
El resentido
Sobre los hombres sin gravedad
Por Pablo E. Chacón
“Sentí, desde muy temprano, la penosa esclavitud del agradecimiento”Robespierre
El resentido es indestructible. Es como el masoquista: cuanto peor, mejor. Abandone la idea de pelear contra un resentido porque no es que se tenga todas las de perder sino que no hay nada que ganar. El resentido es obstinado, como todo enamorado, es obstinado, es obstinado como todo enamorado de un amor no correspondido. El resentido es un cobarde. Es ese señor que quiere quedar bien y queda siempre mal, que vive pendiente de la vida social, de la vida mundana, es el tipo que parece no padecer y que parece no gozar cuando otro padece. El resentido imagina que gozar es una experiencia extrema, que es un extremo de placer. El resentido no sabe qué es gozar porque desde el interior del círculo, la mirada se deforma, el horizonte es ancho y ajeno, y esa supuesta ajenidad lo autoriza al juicio sumario, pero un juicio sumario de salón, de salón de té perfumado. El resentido no podría ejecutar una orden que considere arbitraria porque cree en la libertad, cree que la libertad es un derecho, que hay derechos y que hay obligaciones, y que su obligación (de resentido) es hacerle sentir a su objeto odiado –su amado nervio– que la libertad del odiado depende de su benevolencia, puesto que sabe existen derechos y obligaciones pero que no se cumplen. El resentido cree en la justicia, y que hay un ideal de justicia. Es una de las razones de la proliferación de resentidos: no existe la justicia sino un ideal de justicia.
El resentido es un sociópata.
El resentido es vecino del odio. Pero el que odia, ama. El resentido sólo se rinde al respeto. Es un respetuoso vergonzante. Es el que respeta a todo aquel capaz de poner orden. El resentido ama las jerarquías, sin jerarquías no hay degradación posible. El mismo es ejemplo. El resentido, creyente en las jerarquías, ha sido degradado. El policía degradado incuba un resentido (además de un policía). El resentido no puede sacarse al otro de su cabeza. Está invadido por otro. El otro es amo y señor. El resentido es un lacayo de nadie. Es un bien del infierno. El resentimiento es el salvoconducto del resentido: morder su impotencia, su impotencia de acción, su eternidad rumiante.
Nietzsche: “El hombre del resentimiento no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto y derecho consigo mismo. Su alma mira de reojo. Su espíritu ama los escondrijos, los caminos tortuosos y las puertas falsas, todo lo encubierto le atrae como su mundo, su seguridad, su alivio; entiende de callar, de no olvidar, de aguardar, de empequeñecerse y humillarse transitoriamente”. (Genealogía de la moral)
¿Existe un antídoto contra el resentido? El perdón. Pero hay que ser cristiano. Y yo no soy cristiano.
De una herida, lo que importa es la cicatriz. Eso es lo que importa al resentido.
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