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5.11.08

¿Ud. cree que en este período hay más miedo en la Casa de Gobierno?


El miedo es un producto emocional del cerebro.

Esquema del sistema límbico del cerebro humano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La política del miedo
marfuerte @ 01:09
Por Al Gore
Los Libros

Este es un extracto del primer capítulo del libro "Ataque contra la razón", del ex vicepresidente de Estados Unidos y reciente premio Nóbel de la Paz, Al Gore. Así como ha acusado el deterioro ambiental y el consecuente calentamiento global, ahora acusa el uso del miedo para manipular a los pueblos como uno de los grandes problemas de la sociedad contemporánea que debemos cambiar.

El miedo es el enemigo más poderoso de la razón. Tanto el miedo como la razón son esenciales para la supervivencia humana, pero la relación entre ambos no está equilibrada. Puede que a veces la razón disipe el miedo, pero el miedo anula con más frecuencia la razón. Como Edmund Burke escribió en Inglaterra veinte años antes de la revolución americana: "Ninguna pasión despoja con tanta eficacia a la mente de todos sus poderes de actuar y razonar como el miedo". Nuestros Padres Fundadores sentían un gran respeto por la amenaza que el miedo supone para la razón. Sabían que, en las circunstancias idóneas, el miedo puede desencadenar la tentación de entregar la libertad a cualquier demagogo que prometa a cambio fuerza y seguridad. Les preocupaba que, cuando el miedo desplaza a la razón, el resultado suele ser odio y división irracionales. Como escribió más adelante Louis D. Brandeis: "El hombre temía a las brujas y quemaba a las mujeres".

Comprender esta relación desigual entre el miedo y la razón fue fundamental para proyectar el autogobierno estadounidense. Nuestros Padres Fundadores rechazaban la democracia directa debido a su preocupación de que el miedo se impusiera al pensamiento reflexivo. No obstante, confiaban en la capacidad de una "ciudadanía bien informada" para razonar juntos de tal forma que minimizaran el impacto destructivo de los miedos ilusorios, exagerados o excesivos. "Cuando un hombre reflexiona en serio sobre la precariedad de los asuntos humanos, se convence de que es infinitamente más sabio y seguro formar una constitución propia de manera fría y deliberada, siempre que se halle en nuestras manos", escribió Thomas Paine en su legendario panfleto El sentido común, una advertencia específica a los Padres Fundadores de que no debían correr el riesgo de esperar a que algún miedo se apoderara de la imaginación pública, en cuyo caso sus procesos de razonamiento se verían obstaculizados. Las naciones triunfan o fracasan, y definen su carácter esencial según el método que utilicen para desafiar a lo desconocido y afrontar el miedo. Depende en gran parte de la calidad de su liderazgo. Si el líder explota los temores del pueblo para encaminarlo en direcciones insensatas, el propio miedo puede convertirse en una fuerza desencadenada que se autoperpetúa, que consume la voluntad de la nación y debilita el carácter nacional, además de desviar la atención de las auténticas amenazas y sembrar la confusión acerca de las verdaderas decisiones que toda nación ha de tomar de manera constante sobre su futuro.

El liderazgo significa inspirarnos para superar nuestros temores. La demagogia significa explotar nuestros miedos con fines políticos. Existe una diferencia fundamental.

El miedo y la angustia siempre han estado presentes en la vida, y siempre lo estarán. El miedo es ubicuo y universal en todas las sociedades humanas. Es un rasgo de la condición humana. Siempre ha sido enemigo de la razón. El filósofo y profesor de retórica romano Lactancio escribió: "Donde el miedo está presente, la sabiduría no puede existir".

Siempre hemos definido el progreso mediante la superación de nuestros temores. Cristóbal Colón, Meriwether Lewis y William Clark, Susan B. Anthony y Neil Armstrong triunfaron cuando desafiaron a lo desconocido y superaron el miedo con valentía y un sentido de la proporción que les ayudó a superar los legítimos temores, sin permitir que les apartaran de su meta miedos ilusorios y distorsionados. Los Padres Fundadores de nuestro país afrontaron grandes temores. Si fracasaban en sus esfuerzos, serían ahorcados por traidores. La misma existencia de nuestro país constituía un peligro. No obstante, frente a aquellos peligros insistieron en reafirmar las libertades que se convirtieron en la Declaración de Derechos. ¿Corren hoy día más peligro los miembros del Congreso que sus predecesores, cuando el ejército inglés marchó hacia el Capitolio?

¿Son los peligros que afrontamos ahora mucho mayores que aquellos que condujeron a Franklin Delano Roosevelt a recordarnos que lo único a lo que debemos temer es al miedo? ¿Está Estados Unidos más en peligro ahora que cuando nos enfrentamos al fascismo mundial, cuando nuestros padres lucharon y ganaron una guerra mundial en dos frentes al mismo tiempo?

¿Es el mundo hoy más peligroso que cuando nos enfrentamos a un enemigo ideológico, con miles de misiles apuntados hacia nosotros para aniquilar nuestro país en un abrir y cerrar de ojos? Hace cincuenta años, cuando la carrera de las armas nucleares con la Unión Soviética estaba elevando la tensión del mundo, y el maccarthismo amenazaba nuestras libertades en el país, el presidente Dwight Eisenhower dijo cuando ya era tarde: "Cualquiera que actúe como si la defensa de la libertad pueda encontrarse en la represión, la suspicacia y el miedo, transmite una doctrina ajena al espíritu de Estados Unidos". Edgard R. Murrow, cuyo valiente trabajo periodístico fue atacado por el senador Joseph McCarthy, declaró: "El miedo no nos empujará hacia una era de la sinrazón".

Es un insulto para aquellos que nos precedieron y sacrificaron tanto por nosotros insinuar que debemos ser más timoratos que ellos. Pese a los peligros que afrontaron, protegieron nuestras libertades fielmente. A nosotros nos toca hacer lo mismo. No obstante, algo ha cambiado de manera palpable. ¿Por qué en los primeros años del siglo XXI somos mucho más vulnerables a la política del miedo? Siempre han existido líderes deseosos de espolear los temores públicos con el fin de presentarse como defensores de los timoratos. Los demagogos siempre han prometido seguridad a cambio de rendir la libertad. ¿Por qué da la impresión de que hoy estamos reaccionando de una manera diferente?

El elemento nuevo más sorprendente de la conversación nacional estadounidense es la importancia e intensidad del miedo constante. Más aún, existe una confusión persistente e inusitada sobre los orígenes de dicho miedo. Parece que nos encontramos con dificultades inusuales a la hora de distinguir entre amenazas ilusorias y legítimas. Un indicio muy grave de la calidad actual de nuestro discurso político es que casi tres cuartas partes de la población estadounidense fue convencida con facilidad de que Sadam Husein era personalmente responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y de que muchos estadounidenses todavía creen que la mayoría de los secuestradores aéreos del 11 de septiembre eran iraquíes. Además, otro indicio
de cómo está funcionando nuestra democracia lo aporta el dato de que más del 40 por ciento se convenciera con tanta facilidad de que Irak contaba con armas nucleares, incluso después de descubrir que las pruebas más concluyentes presentadas, documentos clasificados que plasmaban un intento del régimen de Sadam Husein de adquirir uranio enriquecido a Níger, eran falsas.

Está claro que la administración actual ha utilizado el miedo para manipular el proceso político, tema sobre el que volveré más avanzado el capítulo. Pero creo que la pregunta más importante es: ¿cómo ha podido nuestra nación volverse tan vulnerable a una utilización del miedo que manipula con tal eficacia nuestra política?
Se supone que una prensa libre ha de actuar como el sistema inmunológico de nuestra democracia contra errores tan enormes de actuación y comprensión. Como dijo Thomas Jefferson en una ocasión: "Un error de opinión puede tolerarse cuando se deja vía libre a la razón para combatirlo".8 ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nuestro sistema inmunológico ya no funciona como antes? Para empezar, se ha producido un cambio radical en la naturaleza de lo que el filósofo Jürgen Habermas ha descrito como "la estructura del foro público".
Como he descrito en la introducción, la esfera pública ya no está tan abierta al libre y vigoroso intercambio de ideas entre individuos, como ocurría cuando Estados Unidos fue fundado.

Cuando los errores de actuación y juicio ya no son atrapados y neutralizados por el sistema inmunológico de la nación, es el momento de examinar el problema y trabajar por la buena salud de nuestro discurso político. A este fin, hemos de empezar por prestar más atención a los nuevos descubrimientos sobre la forma en que el miedo
afecta al proceso intelectual. De hecho, avances recientes en la ciencia de la neurología ofrecen nuevos e interesantes descubrimientos sobre la naturaleza del miedo.

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