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Amicus Curiae
Los Jueces en un Mundo Globalizado
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Los Jueces en un Mundo Globalizado
Por Humberto Maturana Romesín, desde Chile
Con Ximena Davila Yañez y Franco Sanguinetti del Instituto Matríztico
NATURALEZA DEL HACER DEL JUEZ
¿Qué es un juez? Según el Diccionario Larousse un juez es una persona que tiene a su cargo la aplicación de las leyes teniendo autoridad y potesdad para juzgar y sentenciar.
Los jueces deben tratar con dilemas. Existen dos clases de dilemas: dilemas decidibles y dilemas indecidibles.
Son decidibles aquellos dilemas para los cuales existen procedimientos pre-establecidos de decisión. Son indecidibles aquellos dilemas para los cuales en principio no existe otro procedimiento de decisión que el arbitrio de un observador.
Para nosotros entonces, un juez es una persona que tiene a su cargo decidir en situaciones indecidibles en el ámbito de las relaciones humanas.
La legalidad según el Diccionario Larousse es un régimen juridico politico configurado por el conjunto de leyes fundamentales en un estado.
Para nosotros, en cambio, la legalidad es un conjunto de normas creado para tratar sólo situaciones conflictivas decidibles en el espacio relacional humano.
La democracia según el Diccionario Larousse es un régimen político en el cual el pueblo ejerce la soberanía.
Para nosotros, en cambio, la democracia es un espacio de convivencia fundado en el mutuo respeto de ciudadanos que se respetan a si mismos y tienen como proyecto comun el generar continuamente con su convivir un espacio de convivencia de esa naturaleza. Lo no-democratico sería una Convivencia fundada en relaciones de autoridad y obediencia, dominación y sometimiento, desconfianza y control, donde no hay proyecto comun porque no hay relaciones fáciles de mutuo respeto.
La ética según el Diccionario Larousse es un conjunto de principios y normas morales que regulan las actividades humanas.
Para nosotros, en cambio, es una consciencia de las consecuencias negativas sobre otros que pueden tener las conductas de uno, y la disposición a abstenerse de esas conductas para evitar esas consecuencias.
Un observador dice que una persona tiene conducta ética cuando su conducta revela que es consciente de los haceres que pueden dañar a otras personas u otros seres y evita esos haceres.
La moral según el Diccionario Larousse es relativa a las costumbres o a las reglas de conducta.
Para nosotros, en cambio, es el ámbito de conductas relacionales decididas por las normas y costumbres que se viven en una comunidad. Un observador dice que una persona es moral en su conducta cuando ve que esta se comporta cumpliendo las normas o leyes de la comunidad a la cual pertenece. Un observador puede ver que una persona se conduce de manera ética pero no moral o de manera moral pero no ética.
EL DILEMA DEL JUEZ
Si el quehacer del Juez debe ser moral, el Juez es innecesario, bastaría un programa de computación que asociase una conducta presente en una situación particular, con la conducta moralmente debida en esa situación.
Si el quehacer del Juez debe ser ético, el Juez es necesario, pues debe decidir desde su propio entendimiento, deseos, gustos y preferencias, en situaciones que son moralmente indecidibles en el espacio en que ocurren.
CONDUCTA DEL JUEZ
En un ámbito autoritario, la conducta del juez debe ser moral, y el juez es superfluo.
En un ámbito democrático, la conducta del juez debe ser ética, y el juez es fundamental.
Toda conducta humana es a la vez individual y social
CAMBIO DE DOMINIO
El presidente de la Corte Suprema al decir que faltó acuciosidad en el tratamiento de los derechos humanos, transforma un tema del ámbito de la conducta ética en un tema del ámbito de la conducta profesional.
El presidente de la Corte Suprema reconoce que el ámbito en el que el juez acepta su responsabilidad de decidir ante un dilema indecidible, es en la práctica judicial en nuestro país, en general, un ámbito que permanece vacío.
CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA
En un ámbito de convivencia democrática la conducta del juez debe ser siempre ética.
En un ámbito de la convivencia democrática la educación está orientada a que los niños y niñas aprendan a decidir éticamente de manera espontánea ante dilemas indecidibles.
En un ámbito de convivencia democrática lo central son las personas.
JUEZ… PERSONA…
Como personas vivimos espacios multidimensionales y generamos el mundo que vivimos con nuestro vivir. Los distintos mundos que vivimos son a la vez distintos ámbitos de sentir, de pensar, de hacer, son distintos modos de convivir, distintos modos de habitar guiados por el fluir emocional en nuestro vivir cotidiano. Todo lo que nos ocurre en la vigilia, en el sueño, en el trabajo, en la calle, en el hogar, es parte de nuestra vida cotidiana.
Los mundos que vivimos, son redes de conversaciones que especifican todo lo que nos es posible vivir y convivir en ellos.
Cuando hablamos de conversar nos referimos al entrelazamiento del lenguaje y las emociones en el fluir de la convivencia como un hacer cosas juntos. Las emociones son clases de conductas relacionales. Las emociones fundan y guían todo nuestro hacer pensar, sentir, reflexionar, opinar, pedir.
Dolores, penas, alegrías, esperanzas, rabias son emociones desde donde nos relacionamos en nuestro vivir cotidiano.
¿DÓNDE HABITAMOS?
En los mundos que generamos con nuestro convivir cotidiano.
Todo ser vivo mientras vive existe en un espacio relacional que lo hace posible y que se transforma con él. La palabra habitar connota esa relación. Nuestro Primer Habitar es “un habitar calentito donde nada nos puede pasar” como dice Ximena Dávila.
El bebé nace creador de mundos: el ser creativo es una condición constitutiva del ser humano. El bebé al nacer surge en una cultura, pero la cultura que él o ella vive la crea en su co-habitar con las personas adultas con quienes le toca convivir. Una cultura es una red cerrada de conversaciones, que como ya hemos dicho es un fluir entrelazado de haceres y emociones.
Los jueces son personas adultas en redes de conversaciones en un mundo globalizado, pero ¿qué quiere decir esto? Lo global al ser global, ¿deja de ser individual?
Lo global no existe en si. Lo global aparece como una apreciación que un observador hace, o que hacemos nosotros mismos, de las múltiples interconecciones propias del modo de vivir y convivir que hoy tenemos, y que podemos vivir sintiendo que avasalla nuestra voluntad como individuos, sometiéndonos, a los deseos de otro o de otra, o sea, desapareciendo. O podemos vivirla conservando nuestra presencia como individuos desde el respeto por nosotros mismos, abiertos a la colaboración que las múltiples conexiones hacen posible sin desaparecer como personas.
Si nos sometemos la colaboración no es posible desde el someterse a los deseos de otros. El someterse a los deseos de otros es un acto de auto negación, de falta de respeto por sí mismo y por el otro o la otra, y genera resentimiento.
Lo global siempre pasa por lo individual cualquiera sea la forma como se lo viva: sea teniendo presencia como persona o desapareciendo. Todo quehacer humano surge como un hacer individual: es el individuo quien actúa, quien piensa, quien siente, quien reflexiona, quien se niega, quien rechaza, quien colabora, quien compite.
Pero, ¿queremos competir? La competencia se vive en el mal-estar que produce el miedo a ser negado. Desde el competir no es posible la colaboración.
Y si lo que queremos es colaborar y entendemos que la colaboración surge en el placer de hacer algo con otro o con otra en un proyecto común que es posible sólo en el mutuo respeto. Y entendemos que la colaboración se vive en el bien-estar de ser partícipe responsable de lo que se hace. Entenderemos que sólo desde el colaborar es posible generar un Proyecto Común.
La realización de un Proyecto Común, sea éste en la familia, en el trabajo, o en la convivencia ciudadana, sólo es posible desde el mutuo respeto que abre espacios para la co-inspiración en un hacer conjunto en el bien-estar.
El mensaje global es una invitación primero a co-inspirar. Los caminos al vivir el mensaje global pueden ser dos: desapareciendo como individuos, o en el co-inspirar juntos como partícipes de la red social. Nosotros mismos generamos los mundos que vivimos o sea nuestros habitares. Y los generamos como distintas redes de conversaciones.
La pregunta es entonces ¿Qué habitar deseamos generar con nuestro vivir y convivir en nuestras familias, grupos, organizaciones, comunidades, el Cosmos?
Al distinguir nuestros deseos distinguimos la orientación en que nos movemos en el fluir de nuestro hacer y nuestras emociones.
Si lo que deseamos es un vivir y convivir ético ¿cómo surge lo ético en el vivir y convivir?
La conducta ética no puede ser exigida, tiene que surgir desde el vivir individual espontáneo. El vivir individual ético surge como un vivir espontáneo centrado en el respeto por sí mismo, sólo si se ha convivido así. El vivir ético no surge desde el discurso ético sino que desde su práctica en cada momento del vivir. •
Al distinguir la orientación de nuestros deseos, distinguiremos la orientación de nuestro hacer y de nuestro emocionar.
Y la red de conversaciones se cambia al cambiar las emociones que guían el fluir de nuestro hacer, en la vida cotidiana.
Soltando las certidumbres que nos generan cegueras, para reencontrarnos con nuestro fundamento biológico de seres amorosos.¿Cómo? A través de la relfexión.
La reflexión ocurre como un acto en la emoción en el que al soltar la certidumbre de saber donde se está, uno abre espacio para mirar ese estar y aceptarlo o rechazarlo según uno quiera o no seguir ahí.
La reflexión es un acto amoroso de respeto por sí mismo, un acto de autonomía que nos puede liberar de cualquier trampa. Los seres humanos somos biológicamente amorosos. O, lo que es lo mismo, nuestro ser biológico es de seres abiertos a mirar su mundo aceptando su legitimidad en un acto que permite escoger, y por lo tanto la libertad y la responsabilidad ante el propio vivir y convivir.
Y, ¿cual es el fundamento emocional de la responsabilidad y de la libertad?
El fundamento emocional es el Amar. El amar como vivir biológico ocurre en las conductas relacionales a través de las cuales, uno mismo, el otro o la otra surge como legítimo otro en convivencia con uno. El amar cruza todas las fronteras culturales, raciales, étnicas, de especies, cuando ocurre, el amar se expande como un frente de onda.
EL JUEZ COMO UN EDUCADOR CIUDADANO
Volvamos ahora a nuestra reflexión inicial. El Juez como persona es en definitiva un Educador ciudadano. Y en tanto la Red Iberoamericana de Jueces, declare y trabaje para un Proyecto Común donde cada uno y cada una como persona realiza un vivir y convivir en el bien-estar desde la ética en la vida cotidiana, el quehacer como Juez en el espacio de lo indecidible será el de un educador que guía, muestra, y abre espacios para la reflexión y la transformación de la convivencia ciudadana como una convivencia social deseable.
¿Desde dónde? Desde el amar el Juez está como persona, en su honestidad, en sus reflexiones sobre el sistema legal, en sus decisiones sobre lo indecidible, no en la aplicación de la ley.
EL JUEZ COMO AMIGABLE COMPONEDOR
“La solución a las críticas sobre el trabajo de los Jueces, está en ellos mismos, sólo se requiere de un cambio en el hacer” señaló en su discurso el Presidente de la Corte Suprema de Chile, Marcos Libedinsky, en la inauguración del año judicial 2004. Afirmó él:
“Las decisiones de los jueces siempre serán cuestionadas, al menos por alguna de las partes involucradas en un proceso, en la medida que al reconocerle el derecho, o hallarle mérito a la causa de alguien, se le está negando a otro u otros que creen o desean tenerlo, y formularán críticas contra el fallo….”
En tanto el Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad del Desarrollo señaló: “La ciudadanía es injusta con el Poder Judicial. Este no es ciertamente perfecto, adolece de muchos defectos y ha sido tradicionalmente preferido, considerándosele más un servicio público que un Poder del Estado. Conspiran contra su prestigio y respetabilidad, todos los que no encuentran en él satisfacción a sus pretensiones, por descabelladas que éstas sean, y todos los que no entienden su tarea, sintiéndose capacitados para calificar su trabajo”.
El problema de las críticas al Poder Judicial y a los fallos de sus jueces, deriva del hecho que los magistrados sólo conciben su trabajo como jueces sentenciadores, y además, aceptan como única verdad la denominada “verdad procesal” sólo existe lo que está en el proceso, y es por ello, que los litigantes asesorados por sus abogados, tienen como único objetivo probar su verdad e impedir que la contraparte pruebe la suya.
No importa conseguir la justicia, el dar a cada uno lo que corresponde, sino que, lo importante es probar y obstaculizar la prueba de la parte contraria. Es decir, se actúa sobre la lógica de la competencia y el descrédito del adversario, con el propósito de convencer al juez que acepte sólo uno de los argumentos. Al final el juez con su fallo, necesariamente escucha a una de las partes, quien triunfa en perjuicio de la otra que no se siente escuchada.
Lo anterior, que ha sido la forma como los abogados y los jueces se mueven en el proceso, es contraria a la naturaleza humana. Las personas no pueden vivir permanentemente en la cultura de la guerra o de la competencia, sin salir heridos o destruidos física o emocionalmente. Los seres humanos necesitan y prefieren vivir en armonía y en el bienestar. La sabiduría popular dice: “más vale un mal arreglo que un buen juicio”.
Por tanto, frente a una disputa judicial, la solución no puede ser siempre que sólo una parte gane y el otro pierda, lógica que hoy impera, pues con esta práctica, los jueces en lugar de impartir justicia, terminan por darle a uno todo y al otro nada, hecho que rompe la armonía y la paz entre las personas de una comunidad.
De esta forma el vencido, visualiza en el juez no a un representante del poder jurisdiccional, sino que, a un agresor, quien además no lo escuchó, no lo vio, ni le dio una oportunidad de mostrar su verdad, lo que en el fondo es una muestra de desamor.
Frente a esta realidad, ¿qué le sucede al perdedor?, descargar su ira, pena y dolor contra quien dictó el fallo en su contra, y por último, para justificarse ante la sociedad sólo le queda un último recurso, desprestigiar al juez o al tribunal que dictó el fallo en su contra.
Creemos que el hombre de derecho - y es éste uno de los aspectos apasionantes de su tarea - no debe limitarse sólo en buscar la verdad procesal para impartir justicia, sino que, está obligado también a preocuparse de elementos “meta-jurídicos”, si estos le permiten lograr el bienestar común entre las partes.
Lo paradójico además, es que el legislador chileno en sede civil, le ha dado al juez las herramientas necesarias, para concluir los procesos mediante otra forma alternativa a la sentencia, ésta otra vía es “la conciliación”, institución consagrada en los Art. 262 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, pero que los jueces no utilizan o desperdician en cada proceso, perdiendo con ello, todo un mundo de soluciones creativas, que armonicen las posturas o verdades de las partes en conflicto.
Art. 262. “En todo juicio civil en que legalmente sea admisible la transacción, con excepción de los juicios o procedimientos especiales, de que tratan los Títulos I, II, III, V y XVI del Libro III, una vez agotados, los trámites de discusión y siempre que no se trate de los casos mencionados en el artículo 313, el juez llamará a las partes a conciliación y les propondrá personalmente bases de arreglo…”
Art. 263. “El juez obrará como amigable componedor. Tratará de obtener un avenimiento total o parcial en el litigio…”
Reflexionemos sobre el mundo de posibilidades que estas normas le entregan al juez, para concluir armoniosamente un pleito entre dos o más personas. Creemos que las alternativas son infinitas, sólo limitadas a la creatividad e imaginación del juez.
Imaginemos por ejemplo, que una persona choca el automóvil de otra, que por ser vendedor necesita el vehículo para trabajar, y que éste, demandante, no sólo exige el costo de la reparación, sino, que además, necesita se le pague el arriendo de otro vehículo, para poder continuar con su trabajo. Imaginemos por otra parte, que el demandado anterior carece de dinero para responder, pero trabaja en un taller mecánico y tiene autorización para reparar el vehículo en horas libres, y que además, el demandado tiene un hermano taxista, quién se podría encargar de trasladar al demandante durante el período en que se realicen las reparaciones de su vehículo.
Otro ejemplo, que podemos imaginar es el caso de una institución de crédito que presta dinero a un profesor de inglés, quien cae en mora, y que los ejecutivos de esta empresa que ha iniciado las acciones de cobro, necesita de esta persona para capacitar a sus empleados, en este idioma.
Así también, una imprenta que no ha pagado el arriendo a un corredor de propiedades, quien necesita confeccionar formularios y boletas de servicios, podría llegar a un acuerdo de pago.
Estos ejemplos y soluciones pueden ser infinitos.
La posibilidad de concluir un pleito con un acuerdo o transacción, es una alternativa no explorada en nuestro sistema judicial, que permitiría a los jueces, buscando la armonía y el bien - estar de las partes litigantes, terminar con la lógica de la verdad procesal como único camino y respuesta a los litigios.
¿Por que actúa el juez sólo como sentenciador y no como amigable componedor?
Es una pregunta que nos debe hacer reflexionar y respecto de la cual puede existir un cambio fundamental en la forma de abordar los conflictos ante los tribunales. Lo que permitiría que las personas acudieran confiando en el bien - estar de ser escuchados, y no en la incertidumbre que ofrece actualmente el sistema.
Esto, permitiría además a los jueces tener la satisfacción de haber contribuido a terminar un conflicto entre dos o más personas, dejando a ambas partes en armonía y por ende, terminaría con la crítica que se hace actualmente al poder judicial, por quienes no se han sentido escuchados, cuando obtienen un fallo adverso.
Que hermoso deseo
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