
De Londres viajará a Berlín a contactarse con familiares del sabio atómico Ronald Ritche
LA BOMBA ATÓMICA
ARGENTINA
En 1949,un señor llamado Ronald Ritcher, extravagante personaje importado de Alemania con un dudoso título de físico nuclear, convenció al Presidente Juan Domingo Perón de que podía fabricar la bomba atómica, y le hizo montar una enorme planta de agua pesada en la isla Huemul, en el sur argentino.
Sin consultar a expertos (en el tema) de su propio país, Perón le dio carta blanca a un hombre que evidentemente estaba tan infatuado como si hubiera nacido en Argentina. Como la noticia de la presunta fabricación de la bomba atómica pronto recorrió el mundo, preocupando a rusos y a yanquis, pronto el país se pobló secretamente con una pléyade de espías, que comprobaron que todo no era más que otro caso de... inflación nacional. La planta terminó clausurándose, después de meses y meses de inversiones inútiles.
Después del ridículo episodio, llegó desde Uruguay un volante colmado de injurias, que los opositores refugiados en Montevideo lanzaron contra Perón en esos días, y que se titulaba El payaso atómico.
Los siguientes son fragmentos de 'HISTORIA DEL PERONISMO', 'LAS MEMORIAS DEL GENERAL' y 'AYER FUE SAN PERÓN':
'YO SÉ LO QUE DIGO'
Fue imposible convencerlo de que se trataba de un secreto de Estado, y que no debía ser revelado. Eufórico por los resultados, Perón quiso reservarse el derecho a hacerlo público en la primera ocasión en que fuera necesario. 'Decía cualquier cosa en su entusiasmo delirante -recordaría Richter- y se aventuraba a pronosticar que yo le iba a conseguir energía eléctrica embotellada.
Aquel 24 de marzo de 1950, a las diez de la mañana, Perón recibió a los periodistas en su despacho. Y dijo: 'Yo deseaba dar esta noticia precisamente hoy, porque quiero que el país se entere de los trabajos que estamos realizando en este orden de estudios y experiencias. En primer lugar, esta clase de estudios se están desarrollando en este momento en muchas partes del mundo, con la fe de algunos y la incredulidad de otros, como ocurre con todas las cosas nuevas. Es indudable que, en este sentido, nosotros no hemos podido escapar a lo que nadie escapa en esta clase de lucubraciones científicas; pero lo que es importante es que cuando yo digo una cosa, sé lo que digo. Lo digo con seriedad y previamente me aseguro de la información que doy. Por lo menos hasta ahora, siempre he tratado de no decir la primera mentira, que creo no la he dicho todavía y en esto tampoco querría decirla. De manera que lo que yo digo es absolutamente fehaciente y real'. Enseguida Perón abundó en elogios sobre la persona de Richter, reseñó las 'características revolucionarias del proyecto' y fue más allá: 'En lugar de fusión, se ha trabajado sobre la base de reacciones termonucleares, que son idénticas y por medio de las cuales se libera energía atómica en el sol. El problema radicaba en conseguir altas temperaturas y controlar las reacciones termonucleares; pero todo se consiguió el 16 de febrero último, y es bueno que los técnicos extranjeros sepan que, en el transcurso de nuestros experimentos, se han podido estudiar intensamente los problemas de la bomba de hidrógeno'. Antes de concluir se jactó de 'la originalidad del experimento', al que definió con esta frase: 'Se trata de encender soles artificiales en la Tierra'. Perón también quiso tranquilizar a los otros países, y en tono paternalista anunció que 'la Argentina necesita energía atómica, aunque sólo la usará con fines pacíficos'.
Los diarios lanzaron ediciones extraordinarias, y los servicios de clave de todas las embajadas estuvieron trabajando hasta la madrugada siguiente para transmitir a sus gobiernos ‘la noticia más sensacional de todos los tiempos’.
En el discurso de Richter se escuchó lo siguiente:
‘Con este proyecto, la Argentina ha atacado en sus bases a los proyectos que sobre terreno similares se desarrollan en el exterior. Va a ser un placer comunicarles mañana que lo que los norteamericanos consiguen en el momento de la explosión con su bomba de hidrógeno, en la Argentina ha sido efectuado ya en los laboratorios y bajo control. A partir de hoy, se está en conocimiento y en poder de un camino completamente nuevo, que permite la obtención de la energía atómica prescindiendo de los materiales que hasta ahora se habían considerado imprescindible para lograrla, lo que significa que el exterior debería girar hacia nuestro procedimiento’.
De esta manera, y sin ningún circunloquio, Perón y su ‘sabio’ Richter habían anunciado al mundo que la Argentina poseía la bomba atómica, y eventualmente, la de hidrógeno. Y como para que no quedaran dudas científicas sobre la ‘revelación más sensacional de todos los tiempos’, el profesor Richter agregó:
‘Tengo interés en afirmar que esto no es una copia del extranjero. Es un proyecto completamente argentino. Para los extranjeros va a ser tan sorprendente como para nosotros’.
Días más tarde, Perón condecoró a Ritcher en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, con la Medalla de Oro peronista ‘A LA LEALTAD’, entregándosele, en la misma ceremonia, el título de ‘doctor honoris causa’ de la Universidad.
Un mes después Perón anunció en el Congreso argentino:
‘Si los planes experimentales continúan realizándose con el ritmo actual, la República Argentina podrá poseer antes de dos años las grandes usinas atómicas capaces de abastecer a toda la red de energía eléctrica. ¡Sólo entonces el mundo sabrá, con absoluta certeza, cuánto dinero y cuánto tiempo perdió trabajando para la guerra! ¡Y la Nación Argentina tendrá definitivamente el instrumento de una riqueza extraordinaria con la cual Dios quiso premiarle pensando que en ninguna otra mano podrá estar mejor que en la de nuestro pueblo!’
Los legisladores peronistas, al oír el discurso, se arrancaron la ropa para quedar en camisa, y presos de un histerismo colectivo, lloraron, gritaron, se removieron, mesaron sus cabellos y se pusieron de pie, durante la duración del mensaje, doscientas catorce veces, contadas por los periodistas extranjeros asistentes al extraño aquelarre.
Tomás Eloy Martínez escribió: ‘...Aunque se sabe ahora que el punto de partida teórico de Richter era correcto, el rumbo de sus investigaciones estaba equivocado y nunca consiguió resultado alguno. Perón cometió la torpeza de anunciar el falso hallazgo de manera estrepitosa, asegurando que desde aquel momento la Argentina vendería energía nuclear para uso doméstico en botellas de un litro y de medio litro. Por supuesto, hizo lo que en la Argentina se llamó un papelón histórico’.
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