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21.1.12


Las incesantes publicidades en todos los medios de comunicación sobre figuras humanas, patriotas, calidad administrativa, transparencia  y todo tipo de “superioridades” individuales en la utilización de la cosa pública generan “empacho”. Llegar como “vedette”  en cada lugar donde se cumple nada más con la obligación de cualquier autoridad, hasta de la más mediocre, es apelar al más bajo nivel de la política. El exhibicionismo político en vez de conducir a aplausos generalizados, genera repulsión en la ciudadanía medianamente entendida.
Despojarse de auto-promociones son útiles a la hora de encarar proyectos fuera del propósito político. Perfectamente es comprensible que el fin de todo proyecto público es para beneficio de la ciudadanía, pero de ahí a darle un ropaje electoral es contra lo coherente  y ético.
La arcaica manera de electoralismo criollo en la región, nos expone a cada tanto el nivel de mentes solo destinadas a ver beneficios, hasta en la desgracia ajena.
No es de líderes buscar pescar en río revuelto, y sus “subalternos” deberían entender que solo perjudican, cuando intentan embanderarse de  victorias ajenas, o inversiones del dinero del pueblo. Poca gente “come vidrio”, y la verdad de las cosas ya no está solo basadas en opiniones de unos pocos.
Es innecesario empapelar la ciudad para conocer a fulano o zutano. Calcomanías, banderolas, solo influyen en mentes planas e idiotas útiles. Sin entrar a tallar popularidad o capacidad, es de correctos al menos despegarse en cierto momento de pretensiones electorales.
Existen muchos que desean agradar a dirigentes y ser tenidos en cuenta, por lo que en ocasiones son los causantes de ridículas posturas populistas, que finalmente perjudican a los de arriba.
Los criterios manejados son prehistóricos, políticamente hablando. El ultra-nacionalismo se valió en gran parte de su escalada al poder en Alemania, mediante la propaganda engañosa, y el desprestigio a adversarios.
Las conductas son constantemente evaluadas, y tanto gente pensante, como la maleablemente  manejable, perciben mensajes en cada paso, palabra y acción.
La idea de buen liderazgo, de correcta administración y de altruismo, va mucho más allá de angulemas pagadas, o shows mediáticos pre-establecidos.
Lejos estamos de tener a verdaderos expositores del humanismo y del patriotismo.
Los valores no se ganan con elogios, sino se profesan en comportamientos más allá de la mercadotecnia. La práctica criolla solo echa por tierra reales propósitos de cambio y mejoría.
Si alguien es capaz de utilizar cualquier medio para resaltar su propia figura, en un futuro no muy lejano lo podrá hacer también apuntando a funciones. Es hora de plantear lo diferente. Hacer política real, sin autobombos, ni megalomanía.
La clase política acumula deudas con la ciudadanía. La falta de buenos ejemplos sobre lo correcto, es una manera de esparcir este vicio que de por sí es “pandémico” en todo el país.
Es deber ciudadano evaluar con objetividad cada acontecimiento y a la par juzgarlas, sin injerencia de medios externos que en muchos de los casos pintan realidades nada más conveniente para ciertos sectores de poder.
Cada metro cuadrado de obra, cada cartel o escenario montado es fruto del dinero del contribuyente, además cualquier ser humano con un mínimo de materia gris es capaz de ser autoridad y manejar dinero ajeno.

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